Reflexiones sobre la valoración de empresas
Septiembre. Final de las vacaciones. Después de un mes, para los más afortunados, nos incorporamos a nuestra actividad habitual. Ha sido un tiempo para descansar y desconectar de todo lo que nos preocupa y ocupa a lo largo del año. Pero es muy posible que no lo hayamos conseguido por completo. Son demasiados impactos diarios los que recibimos por diferentes medios los que nos recuerdan asuntos que dejamos el 31 de julio sobre la mesa.
Está demostrado que en esas reflexiones esporádicas llegamos a cuestionarnos o relativizar ciertas cosas de la marcha de nuestra empresa, y esto hace que a la vuelta se produzcan cambios de opinión inesperados respecto a decisiones que estaban ya prácticamente tomadas, con la sorpresa que esto puede representar para algunos. En su lugar, es fácil que surjan planteamientos nuevos, nuevas ideas o estrategias, sanas intenciones de recuperar el coraje para acometer metas más ambiciosas o complejas, propósitos para dar un impulso a nuestra empresa… En dos palabras: cambiar y crecer.
Y en pocos días comenzaremos el tedioso trabajo de preparar los presupuestos del próximo año. Un presupuesto que debería contener el resultado de todas o parte de esas reflexiones si queremos ser consecuentes. Es el momento en el que antes de empezar cabría preguntarse: ¿De qué va todo esto? ¿De crecer en ventas, incrementar el número de empleados, o tal vez la base de clientes…?
La respuesta es NO. Crecer en ventas es importante pero no garantiza una rentabilidad superior, como tampoco un mayor número de recursos asegura mayores o mejores capacidades y, por ende, mayor productividad y eficiencia, ni tener más clientes implica mayores ventas… ¿Y entonces, qué?
¿Qué es lo realmente importante en la valoración de empresa?
Lo realmente importante en todo esto es que el valor de la empresa se incremente. Esa es la medida objetiva, la única. Como empresarios, CEOs o directivos tenemos que ocuparnos de ello y conseguir que ese valor aumente cada año, y a la vez que esa sea la línea maestra alrededor de la cual evolucione nuestra estrategia a todos los niveles de la organización, lo que incluye, obviamente, los presupuestos en donde se resume todo lo anterior.
En el proceso de valoración de una empresa, en una valoración bien ejecutada, que no lo son todas, se analiza un buen número de variables de diversa procedencia. Curiosamente, lo habitual es que muchas de ellas no estén dentro de nuestras preocupaciones o no formen parte de los indicadores de gestión que manejan los directivos en sus distintas áreas. La valoración es un resultado objetivo que sirve de referencia para, año a año, saber si se han hecho bien las cosas y en qué porcentaje hemos mejorado y creado valor. Aquí y ahora sí cabe la reflexión profunda, la que conduce a decisiones importantes.
¿Por qué es tan importante conocer el valor de la empresa?
Octubre es el comienzo de la recta final del año. Lo que se ha hecho en los primeros 9 meses ya es un indicativo bastante acertado de lo que puede ser el ejercicio en su conjunto. Se pueden intentar muchas cosas de aquí al 31 de diciembre, por supuesto, pero indudablemente es mejor hacer prioritariamente aquello que podría tener un impacto significativo en el valor del negocio. Es nuestra última oportunidad del año para ello, nuestro último cartucho para crear valor.
Tomarle el pulso a nuestra empresa ahora, conocer su valor actual e identificar qué drivers pueden mejorarlo es crucial. Repetir este proceso anualmente nos da la medida de cómo hemos aprovechado realmente el curso centrándonos en lo importante o, por el contrario, si lo hemos suspendido centrándonos en lo baladí.
De este modo, los objetivos que se establezcan para las diferentes áreas de la empresa de cara el próximo ejercicio, y que obviamente quedarán reflejados en los presupuestos, serán los adecuados. Si no, todo va a ser un juego de variables, posiblemente inconexas, que no llevarán más que a resultados que no terminen de convencer, que no satisfagan al CEO, al Empresario o al Consejo de Administración, y tampoco debieran hacerlo al resto de cargos directivos…