Con independencia de que pueda darse por cerrada la crisis económica que nos afectó a partir de 2008, con bastantes dudas para muchos, la realidad es que el contexto ha cambiado mucho y no parece probable que vivamos en el corto o medio plazo un escenario semejante al que tuvimos hace unos años.

Como producto resultante de esos cambios, en la actualidad se dan factores de entorno que convierten a las empresas en organizaciones altamente vulnerables, con dificultad para el crecimiento y la generación de valor. Ningún sector ni tamaño de empresa está a salvo; a diario vemos en la prensa casos que lo reflejan en detalle.

Además de la feroz competencia existente en sectores que crecen al mínimo y los nuevos hábitos y criterios de compra de empresas y consumidores, entre los factores que generan una mayor vulnerabilidad en las empresas destacamos el tecnológico. Este factor, y su aplicación en lo que hoy conocemos como proceso de digitalización, posibilita el dinamismo en el desarrollo de nuevos modelos de negocio y económicos ágiles, incluso en sectores tradicionales.

¿Cuándo es el momento de restructurar la empresa?

En este contexto de vulnerabilidad, quienes hayan percibido el peligro a tiempo y dispusieran de las capacidades necesarias para adaptarse al entorno, seguramente habrán tomado las medidas oportunas y, con suerte, podrán ver con más optimismo ese futuro de crecimiento y generación de valor que toda empresa debe perseguir.

Pero aquellas empresas que no dispongan de capacidades para afrontarlo y adaptarse al mismo, se verán probablemente avocadas a procesos de reestructuración cuya envergadura dependerá, como si de una hemorragia se tratara, de lo que se tarde en aplicar las medidas adecuadas para reducir lo más posible la pérdida, y las subsiguientes acciones para identificar las causas y estabilizar la situación. Solo a partir de ese momento se podrá trabajar sobre los cambios a realizar para reconstruir la empresa y hacer frente a los factores de entorno que en su día la desestabilizaron.

Proceso de Restructuración de empresas

Este proceso de reestructuración puede ser de tipo operativo, financiero o mixto, e incluso de mucho mayor calado y que afecte al modelo de negocio, lo que sin duda resultaría de una mayor complejidad. Y en las reestructuraciones, esto es obvio, el tiempo juega un papel esencial, hasta el punto que puede hacer inviable la reconstrucción de la empresa y ésta deba proceder a su disolución o liquidación.

Y, sin embargo, lo que realmente sorprende es la dificultad de los gestores para evaluar la situación, en realidad para evaluar la gravedad de la misma en la mayoría de las ocasiones, y la incapacidad para tomar decisiones con agilidad y coraje, en un fenómeno que se asemeja más a una parálisis que a un proceso de análisis. 

En muchas ocasiones, durante esa parálisis, los gestores están convencidos de que la recuperación es posible, sin realizar acción alguna por temor a enfrentarse fríamente a la realidad, sin ni siquiera determinar qué es lo que ha llevado a la empresa a esa situación y, por consiguiente, sin poder identificar qué teclas deben tocarse para salir adelante.

Problemas ante la restructuración de empresas

Un agravante adicional a lo expuesto: En bastantes ocasiones nos encontramos con escasez de datos sobre los aspectos más relevantes de la actividad de la empresa en los que poder fundamentar las decisiones. La existencia de sistemas de información obsoletos o de limitada funcionalidad, que no están a la altura de la complejidad del propio negocio y no aportan la información que en estas circunstancias se requiere, es más habitual de lo que pudiera esperarse.    

En resumen, la indecisión y la pérdida de tiempo son, con mucho, las principales amenazas de las empresas que se encuentran en una grave situación y que podrían ser reorientadas con éxito a través de procesos de reestructuración, que generalmente conviene afrontar con el apoyo y asesoramiento de expertos que ofrecen sus conocimientos y experiencia para lograr una salida adecuada que evite lamentos futuros