Hace tiempo me llegó un mensaje a través de las redes sociales en el que se definía a España como un país mediocre lleno de mediocres; realidad que se habría puesto de manifiesto a lo largo de esta severa crisis de la que nadie sabe con certeza cómo salir. Reaccioné de inmediato para contestar con un rotundo NO, porque pensaba, y pienso, que esa afirmación es absolutamente falsa. Que los hay como en cualquier país, seguro, que los vemos en prensa, radio y TV, puede ser, pero de ahí a que España sea un país mediocre lleno de mediocres, no, ni mucho menos.
No somos la excepción a la regla
Lo que sí he podido observar después de casi tres meses fuera de España, es que existe una especie de parálisis generalizada, un profundo desconcierto que termina por convertirse en apatía para tratar de salir de un escenario que cada día se agrava un poco más. Yo no me creo que la salida de la crisis vaya a venir fomentada por medidas del gobierno, y tampoco por las reacciones de otros países que a corto plazo vayan a convertirse en locomotoras de nuestra actividad económica. Lejos quedan los fondos europeos de cohesión que tanto nos ayudaron durante un buen número de años, y ya no hay dinero en nuestras arcas más que para mantener de alguna manera nuestro patrimonio (quizás no la mejor ni más deseable, pero sí la única posible hoy), el que surgió de los mencionados fondos públicos y la actividad económica del sector privado motivado y empujado por un consumo que alcanzó cotas desconocidas.
¿Cómo tomar acción?
Pero señores, eso se acabó hace tiempo, el mercado español da para lo que da, y si no hay para todos tendremos que buscarlo en otras partes. Los directivos de las compañías están para trabajar en mejorarlas constantemente, en hacerlas crecer, en generar mayores ingresos y obtener mayores beneficios, haya crisis o no, y para eso se les paga. Busquen, investiguen, y aventúrense en descubrir nuevos mercados (el riesgo es parte sustancial de cualquier negocio), que el mundo es muy grande y hay necesidades en muchas partes de él. No valen las relajaciones a la espera de tiempos mejores. Que se ha hecho un importante trabajo para poner en orden las cuentas de resultados de las compañías, es cierto; como también lo es que se ha trasladado el problema a otro gestor que ve como la cifra de desempleados crece o ha alcanzado niveles increíbles. Lo de siempre en España, la pelota al tejado del vecino.
Tenemos que generar más de cuatro millones de puestos de trabajo. ¿Nos hemos puesto a pensar en ello fríamente? Y no podemos tardar muchos años en hacerlo porque socialmente no es soportable. Si son las pequeñas empresas las que crean trabajo realmente en España, cuántas compañías hemos de constituir para que con 2 ó 3 empleados podamos generar esos más de cuatro millones de empleos y los que exigen las nuevas generaciones que se incorporar al mercado laboral cada año? ¿Y lo vamos a hacer en un mercado que, al menos por el momento, ya no da más de sí?
Tenemos que salir de aquí, de esa España nuestra…, tenemos que quitarnos de encima esa pereza hispana a alejarnos de nuestro entorno, ese miedo atroz a tener que lidiar con culturas e idiomas diferentes, ese pánico a tener que dar la talla frente a profesionales aparentemente mejor preparados, esa tendencia a amilanarnos y asustarnos cuando salimos de nuestras tierras. España, que fue hace siglos un país de conquistadores y aventureros, que fue dueña de medio mundo, es hoy un país arrebujado en torno a sí mismo, incapaz, inmóvil, patético. Hay que salir, tenemos que crear riqueza allá donde sea posible, se hable español o inglés, porque en estas circunstancias crear más de cuatro millones de puestos de trabajo requiere coraje.
¿Quiénes son los responsables?
Somos los directivos, los propietarios y responsables de las compañías, ya sean grandes, medianas o pequeñas, quienes debemos poner el ojo en los mercados que tienen necesidades crecientes. Por suerte, en el mundo de hoy hay desequilibrios económicos, y cuando en unos hay un exceso de oferta, en otros hay una creciente demanda. Somos las compañías y los profesionales quienes tenemos la clave para resolver uno de los principales problemas que sufrimos en la actualidad. Y esa clave es necesario aplicarla fuera de España, sin miedos, con coraje, con seguridad en nosotros mismos, porque estamos a la altura de cualquiera, hable en el idioma que hable. Solo de nosotros depende. ¿A qué esperamos?
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